Gens Julia. Patricios. Católicos. Latinoamericanos.















sábado, 1 de octubre de 2011

Dante





"Ya estaba el Sol al horizonte junto,cuyo meridiano círculo cubrea Jerusalén en su más alto punto;y la noche que opuesta a éste girasalía del Ganges con las Balanzas"




Ya estaba el Sol al horizonte junto,cuyo meridiano círculo cubrea Jerusalén en su más alto punto;y la noche que opuesta a éste girasalía del Ganges con las Balanzas,de cuyas manos se cae cuando se alarga;de modo que las blancas y rosadas mejillas,donde yo estaba, de la bella Aurora,por la mayor edad ya eran naranjas.Nos hallábamos aún sobre la orilla del mar,como quien el camino a tomar medita,que de corazón avanza, pero de cuerpo demora.Y entonces, así como sorprendido a la mañana,por el grosor de la niebla, Marte enrojece,allá en el poniente sobre el marino suelo,así se mostraba, como si aún la viera.una luz por el mar venir tan prestoque no había volar que al suyo pareciera.Como la vista un momento apartarahacia mi Maestro por una pregunta,al reverla la vi, de más brillo y mayor tamaño.Luego a sus lados ver me parecíaun no sé qué de blanco, y que de abajoun otro blanco poco a poco aparecía.Mi maestro aún palabra no decíaen tanto se veía que los blancos eran alas;y aunque al gondolero bien lo conocíagritóme: ¡Dobla, dobla la rodilla!éste es el Ángel de Dios: junta las manos;de ahora en más verás oficiales tales.Mira cómo desprecia los medios humanos,que remo no quiere, ni más otro velamenque sus alas, en riberas tan lejanas.Mira como alzadas las tiene al cielo,agitando el aire con eternas plumas,que no se mudan como el mortal pelo.Luego como poco a poco hacia nos vinoel ave divina, más brillante aparecía:pero como el ojo de cerca no lo sufríaincliné la vista; y él se dirigió a la orillaen una navecilla esbelta y leve,tanto que en el agua apenas se metía.En popa estaba el celestial barquero,cuyo sólo aspecto ya mostrábalo bendito;y más de cien espíritus sentados dentro.“In exitu Israel de Aegypto”cantaban juntos a una voz en corocon lo que sigue escrito de aquel salmo.Luego de la santa cruz les hizo el signo;y ellos se arrojaron todos a la playa,y el ángel se marchó, veloz, como vino.La turba que allí quedó, extrañadadel lugar parecía, mirando alrededorcomo quien nuevas cosas contemplara.De todas partes saetaba el díael Sol, quien con las nobles saetasdel medio cielo había echado a las Cabras,cuando la nueva gente alzó la frentea nosotros, diciendo: si vos sabéis,mostradnos la vía de subir al monte.Y Virgilio respondió: tal vez creéisque expertos seamos de este sitio;mas como vosotros peregrinos somos.Ha poco que llegamos, antes que vosotros,por otra vía, que fue tan dura y fuerte,que subir ésta nos parecerá de juego.Las almas, que habían advertido,por el respirar, que aún estaba vivo,maravilladas palidecieron.Y como el mensajero, que porta olivo,atrae a la gente para oír las nuevas,y de pisotear a otro nadie es esquivo,así en mi rostro se fijaron ellasalmas afortunadas todascomo olvidando de hacerse bellas.Yo vi a una salir delantepara abrazarme con tan grande afecto,que movióme a hacer lo semejante.¡Ay sombras vanas, aunque sólo en el aspecto!Tres veces detrás de él ceñí las manos,y otras tantas ceñidas las hallé a mi pecho.De sorpresa, creo, quedé pintado;pero la sombra se retiró sonriendo,y yo siguiéndola, avancé adelante.Suavemente pidió me detuviera;conocí entonces quien era, y le rogué,que para hablarme, un poco se estuviera.Respondióme: Así como te améen el mortal cuerpo, así te amo suelto:por éso me detengo; pero tú ¿porqué vas?Casella mío, por retornar de nuevoallá de donde soy, hago este viaje,le dije, pero tú ¿porque te demoraron tanto?Y él a mí: No me han hecha ultraje algunoporque aquel, que lleva cuando y quién le place,muchas veces me ha negado el pasaje:de su justo querer así se hace:en verdad desde hace tres meses, ha llevadoa todo el que quiso entrar, en paz completa.Por éso yo, que al mar me había vueltodonde el agua del Tíber de sal se impregna,fui acogido por él benignamente.Hacia aquella embocadura dirige ahora el alaporque allí se congregan siemprelos que al Aqueronte no descienden.Y yo: si una nueva ley no te privade memoria o del uso del amoroso cantoque solía aquietar todas mis penas,con él te plazca consolar un tantoel alma mía, porque, con su cuerpoaquí viniendo, ¡se ha afanado tanto!"Amor que en la mente me razona",comenzó él entonces tan dulcemente,que la dulzura aún dentro de mi suena.Mi maestro y yo y aquella genteque con él estaban, parecían tan contentos,como si a nadie otra cosa en mente fuera.Todos quietos éramos y atentosa sus notas; y entonces el viejo honestogritando: ¿qué es ésto, espíritus lentos?¿qué negligencia, qué quedarse es éste?corred al monte a quitaros los escollosque a vos no dejan mirar a Dios manifiesto.Como cuando, cogiendo grano o hierba,las palomas apiñadas en pastura,quietas, sin mostrar su normal orgullo,si algo aparece de lo que ellas tengan miedosúbitamente dejan estar el alimento,porque acosadas de un mayor cuidado;así vi yo a aquella mesnada frescadejar el canto, y lanzarse a la costa,como quien va, sin saber a donde;ni nuestra partida fue más lenta.